Romper con el linaje materno es, a veces, el precio de volverse auténtica
Romper con la esencia patriarcal del legado emocional que nos
brinda el vínculo materno es, a veces, el precio que tenemos que pagar por
lograr la autenticidad y la libertad que anhelamos.
Hay una premisa indiscutible que
guía nuestra vida y es que cada hija lleva consigo a su madre. Es un vínculo eterno del que nunca nos
podremos desligar, siempre contendremos algo de nuestras madres. Por eso
es indispensable depurar y limar aquellas asperezas que se han creado a través
de la crianza y del influjo materno en
nuestra historia pasada y presente.
Es un proceso complicado, una
dura experiencia que implica darse cuenta de que se está sumida en la
insignificancia de manera inconsciente por un legado que perpetúa la
dependencia a través de una crianza basada en creencias educativas antiguas.
Es un sentimiento desgarrador
porque el deseo de desligarse va unido a la necesidad de cuidado y a la idea de que la persona que te aportó las
mayores experiencias de afecto y sustento asume tu empoderamiento como una
pérdida propia. Por necesidad humana (o más bien educativa) una madre a
veces procura moldear y adecuar a la hija mujer lejos de la esencia de
individualidad.
Etiquetas sutiles como “la rebelde”, “la solitaria”, “la niña buena” solo transmiten un mensaje “no debes crecer para ser amada”. En este punto conviene hacerse consciente y sanar esa esencia, aunque ello suponga una desvinculación que en parte es agresiva y, por ende, dolorosa.
El patriarcado está debilitándose cada vez más, por lo que generación tras generación la fortaleza femenina se hace patente, urgente y necesaria. De alguna manera en el inconsciente colectivo está calando la necesidad de que la mujer debe ser auténtica.
El anhelo de ser auténtica y la añoranza de la madre
Bethany Webster sintetizó este proceso de autentificación del que hablamos de una manera más que acertada. En su texto, traducido por Valentina Saracho y revisado por Carlota Franco, podemos comprender cuáles son los puntos de anclaje para iniciar este proceso.“Se trata de un dilema para las hijas criadas en el patriarcado. El anhelo de ser tú misma y el anhelo de ser cuidada, se convierten en necesidades que compiten entre sí, parece que tengamos que elegir entre una de las dos. Esto sucede porque tu empoderamiento está limitado en la medida en que tu madre ha internalizado las creencias patriarcales y espera que tú las acates.
La presión de tu madre para que no crezcas depende principalmente de dos factores:
1) El grado en que ella haya internalizado las creencias patriarcales limitantes de su propia madre.
2) El alcance de sus propias carencias por estar divorciada de su yo verdadero. Estas dos cosas mutilan la capacidad de la madre de iniciar a su hija a su propia vida.
El costo de convertirte en tu ser auténtico a menudo implica cierto grado de “ruptura” con el linaje materno. Cuando esto sucede, se rompen los hilos patriarcales del linaje materno, algo esencial para una vida adulta sana y poderosa. Por lo general se manifiesta en alguna forma de dolor o conflicto con la madre.
Las rupturas del linaje materno pueden adoptar diversas formas: desde conflictos y desacuerdos hasta distanciamiento y desarraigo. Es un viaje personal y es distinto para cada mujer. Básicamente, la ruptura sirve para la transformación y la sanación. Forma parte del impulso evolutivo del despertar femenino para empoderarse con más consciencia. Es el nacimiento de la “madre no patriarcal” y el comienzo de la verdadera libertad e individualización.
El
precio de transformarnos en auténticas nunca es tan alto como el precio de
permanecer en un “yo” falso.
Por una parte, en las
relaciones madre/hija más sanas, la ruptura puede provocar un conflicto, pero
en realidad sirve para fortalecer el vínculo y hacerlo más auténtico. Por
otra parte, en las relaciones madre/hija agresivas y menos sanas, la ruptura
puede desencadenar heridas no sanadas en la madre, y provocar que esta arremeta
contra su hija o la repudie. Y en muchos casos, desafortunadamente, la única
opción de la hija será mantenerse a distancia indefinidamente para conservar su
propio bienestar emocional.Así, en vez de ver que es el resultado de tu deseo de crecimiento, la madre puede sentir tu alejamiento/ruptura como una amenaza, un ataque personal y directo hacia ella, un rechazo a quien es ella. Ante esta situación, puede resultar desgarrador constatar que tu deseo de empoderamiento o de crecimiento personal puede hacer que tu madre, ciegamente, te vea como una enemiga. En estas situaciones podemos ver el alto precio del patriarcado en la relaciones madre/hija”.
“No puedo ser feliz si mi madre es infeliz” ¿Has sentido esto alguna vez?
La creencia de que no podemos ser felices si nuestra madre es infeliz por sufrir nuestras propias carencias es una herencia más del patriarcado. Cuando renunciamos a nuestro propio bienestar por el de nuestras madres impedimos una parte imprescindible del proceso de duelo que intentamos concretar.Tenemos que llorar la herida en nuestro linaje materno porque el hecho no hacerlo provoca un alto grado de estancamiento. Por mucho que nos empeñemos en hacerlo, una hija no puede sanar a su madre, pues cada cual tiene la responsabilidad sobre sí mismo. Por eso es necesario romper y buscar un equilibrio, el cual solo es posible si alteramos los patrones patriarcales y no nos entregamos a la complicidad de una paz superficial.
Se requiere mucho valor para iniciar este proceso de desvinculación pero, tal y como afirma Bethany Webster, dejar que nuestras madres sean seres individuales nos libera como hijas y como mujeres para ser seres individuales. No es noble cargar con el dolor de los demás, no es un deber que debamos asumir por ser mujeres y no debemos sentirnos culpables cuando no asumimos esa función.
El hecho
de que nuestra madre nos reconozca y nos acepte es una sed que tenemos que
saciar, a pesar de que para ello tengamos que sufrir. Esto supone una pérdida
de independencia y de libertad que nos apaga y nos transforma.
Las expectativas del mundo sobre nosotras pueden llegar a ser muy crueles. De hecho, en mi opinión, constituyen un verdadero veneno que nos obliga a olvidar nuestra individualidad. Es hora de abrirnos paso.
La
mejor herencia de una madre a sus hijos es haberse sanado como mujer
Cuidar
su bienestar emocional y físico, tratarse con delicadeza y con respeto es el
mejor legado que una mujer puede otorgar a sus hijos.
Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com/romper-linaje-materno-veces-precio-volverse-autentica/
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