Desde el miedo no avanzamos, nos atascamos, no
podemos disfrutar de la vida ni ser plenamente conscientes.
A veces, sobre todo cuando quieres emprender algún
proyecto que resulte importante en tu vida, surge el miedo, aquel que se
presentó probablemente en otras situaciones y que no resolviste y que puede que
te paralice ante nuevos proyectos, dejando abandonados así tus sueños. Es en
ese preciso momento cuando quizás debes plantearte a dónde te llevan tu miedo…
¿crees que te lleva realmente a algún sitio?
Este momento puedes planteártelo como un
impedimiento impuesto por ti mism@ para alcanzar tus sueños, o como una
oportunidad para reconocerlo y así dar más energía a tus sueños que a tu miedo
y seguir adelante. Es duro, es difícil, pero será la única manera en la que al
resolverlo te permitas disfrutar realmente de la vida y no volver a recrear
esta situación en otros momentos en los que te veas con iniciativa y entusiasmo
por emprender algo y se vea oscurecido por el miedo. El miedo en sí mismo
consume cualquier expectativa, entusiasmo y alegría que sintieras en un
principio al intentar llevar a cabo tus sueños. Si eres capaz de reconocer que
ese miedo proviene de tu mente, de lo que esta aprendió para defenderse en el
pasado, de lo que hiciste en situaciones similares anteriores, de lo que pudo
ocurrir en otros momentos al llevar a cabo aquello que querías conseguir y que
no te gustaron los resultados… ya tendrás la mayor parte del trabajo hecho que
es el no identificarte con tu mente y con lo que esta te cuenta. Siendo consciente
de esto, podrás encontrar las herramientas adecuadas que te llevarán como decía,
a dar más energía a tus sueños y a tus proyectos, que a tus temores, angustias
y miedos.
Cuando abandonamos nuestros sueños por temor, el
mundo se pierde una gran parte de nosotr@s, de nuestra creatividad, de nuestra
chispa, de nuestra luz… entregándole a cambio más oscuridad, más negatividad.
Con ello no quiere decir que debamos enjuiciarnos por no poder alcanzar
nuestros propósitos por temor, como seres humanos que somos y viviendo en la 3D,
hacemos lo que podemos en cada momento y no siempre somos capaces de hacer más.
Debemos también respetar esto, nuestra parte humana, pues por muy espirituales
que seamos, hay que recordar que nuestro lado humano está ahí y que debemos
seguir trabajándonos a nosotr@s mism@s para cada vez ser más auténtic@s, más
nosotr@s de verdad, más divinos, y ganar más maestría y mientras tanto todo en
la vida será un continuo aprendizaje que debemos honrar respetando nuestro
propio proceso. Esto requiere una gran
dosis de humildad, Compasión y Amor con mayúsculas, pues a veces con quien más
duros o duras somos en con nosotr@s y permitimos a otros lo que no nos
permitimos a nosotr@s mism@s, con lo que el propio aprendizaje de la vida deja
de ser fluido.
No obstante, debemos intentar desde la consciencia
de que es nuestra mente la que provoca esos miedos e inseguridades, tratar de
que esta no sea quien nos controle, que no sea ella quien lleve el piloto
automático puesto en nuestra vida, sino que el piloto que conduzca, seamos
nosotr@s de verdad, con lo que una buena guía interior que nos conducirá por el
norte en nuestra vida será nuestra propia intuición, el contacto con nuestro
ser interior, quien nos indicará en cada momento si somos capaces de escuchar y
si somos capaces de sentirlo, qué debemos hacer en cada situación, la cual nos
guiará hacia la mejor opción o situación o personas en nuestra vida para
nosotros, a diferencia de lo que suele hacer la mente que es el ponernos trabas
y en ocasiones mediante el arma más poderosa creada que es el miedo.
Cuando es nuestra mente y el miedo creado quien nos
gobierna y decide por nosotr@s, no hacemos uso de nuestro poder divino creador,
ese que muestra nuestros dones y que todos tenemos; no cumplimos con nuestro
mayor propósito que es como comenté en un post anterior, el ser feliz, VIVIR
con mayúsculas, pues el miedo es contrario a la Vida y a la VERDAD.
Siempre que tienes miedo, de un modo u otro te
estás engañando realmente a tí mism@, no estás siendo plenamente consciente de
tu vida, acabas creyéndote que de verdad eres ese personaje que siente temor y
buscarás inconscientemente situaciones y personas que te refuercen ese miedo,
de tal modo que en ocasiones puedes sentir ante una situación un miedo que no
sabes realmente su procedencia, si es tuyo o peor aún, lo tomaste prestado de
otro porque en ese momento eras vulnerable a ello y entonces tu mente será la
que lleve el control e intentará sobrevivir como sea y al bajar vibratoriamente
tu propia energía, esta tenderá a buscar energías similares, con lo que entras
en un círculo vicioso del que debes salir. Cuando tu mente deja de llevar el control,
cuando no puede utilizar el miedo, no conectará con esas energías y personas
que te hagan sentirlas con mayor intensidad y así saldrás del posible círculo
en el que te encontrabas.
Cuanto más en el miedo, en la angustia, en el
temor… estemos, más densa será nuestra energía y en situaciones de este tipo
más fácilmente caeremos. Aprende a distinguir lo que son tus propios temores de
los de otros, y para eso necesitas estar lo mayor en Presencia posible, en la
más alta vibración posible y esto se logra cuando uno está en armonía con lo
que siente de verdad, lo que piensa y lo que hace, es decir, cuando hace lo que
su propia guía interior le dicta en vez de dejarse llevar por la mente temerosa.
Sólo la VERDAD puede hacerte libre, sólo el saber
quién Eres, el no engañarte a ti mism@ identificándote con el personaje que tu
mente crea, el miedo es quien provoca y crea el engaño, a apartarte de ti y sólo
puede llevarte a un acto de locura que es la mentira en la que caes. Siente, ve
a tu interior en busca de las respuestas, no dejes que la opinión de los demás
ahogue tu propia voz interior, escúchala, cuanto más pongas tu intención por
escucharla más maestría alcanzarás con el tiempo en seguirla, más sabiduría y
felicidad atraerás para ti y para otros en tu día a día y más apartad@ estarás
del miedo, del engaño…
¡DESPIERTA A LA VOZ DE TU PROPIA GUÍA INTERIOR!
Angélica G.
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